Cuando todo cambia, tan rápido, tan de repente que ni me doy cuenta de cómo y cuando pasó. Cuando me detengo un instante y veo atrás, todo aquello que nunca más será.
Cuando quiero aceptar e integrar esta nueva realidad y siento que mi mente enloquece, que mi corazón se para, que mi piel se congela y las lágrimas, esas lágrimas que son tan necesarias, del shock, no hay forma que salgan.
Cuando pienso en todo lo que pudo ser y jamás será, no importa que haga, que diga o qué piense, lo hecho, para mi dolor y desesperación, hecho está.
Y sufro, y padezco de tan sólo pensar en aquellos que no verán otra vez la luz del sol, ni sentirán las frías gotas de agua, ni caminará por una acera tan conocida cerca de casa, no tomaràn cafè platicando de todo y nada.
No hay vuelta atrás, y no lo puedo asimilar. Mejor pienso en otras cosas, hago algo diferente, con tal de no pensar.
No habrá cena de Nochebuena, no habrá arbolito de Navidad. No abriré una botella de vino blanco para con esa gente que tanto quería, poder cerca de la media noche compartir y celebrar.
Se me quiebra el alma, me llora la memoria, me sangran los ojos y enmudece mi corazón.
Por momento no lo soporto, no aguanto ni siquiera la idea de que todo, para siempre y mientras me dure esta mi vida, cambió.
Que me los hubiera robado el tiempo, tras entrar en edad avanzada y senil.
Que me los hubiera robado una enfermedad que sin esperanza no se pudo combatir.
Que me los hubiesen robado la distancia y un destino mejor, eso lo aguantaría mi corazón.
Que me los hubiera robado mi propia muerte, bendita solución.
Pero no fue así, ya no están y los llevo grabados con fuego en mi pecho, en mi frente, como marca imborrable de hierro ardiente.
Los tengo en mis pensamientos, desde que despierto hasta que el sueño me arrebata por unas horas de una pesadilla que quisiera terminar.
Pero la vida es tan impredecible, tan frágil, tan bella y aterradora que un momento cuenta como si fuera la eternidad y en un segundo toda una vida, asì sin màs a la basura se và.
Hay errores que matan. Hay decisiones que acaban con todo lo que uno pueda imaginar. Y lamento con cada paso, con cada respiración, con cada parpadeo, que mi vida haya cambiado y no estén cerca para abrazarles y sentirles palpitar cerca de mi corazón.
Pensé que la muerte sería compasiva, que al final, el final tendría que llegar y yo en paz estaría.
Pero su ausencia en vida, me hace al cielo gritar…¿¡por qué!? ¿Quién ahora curará estas heridas que por su ausencia claman, que por su lejanía el dolor prolongan, que por sus acciones sin piedad arden, gritan y sangran?
Los amo, claro que los amo. Pero me indigna que en mi no hayan pensado. Que en el amor que intercambiamos, en los momentos maravillosos que nuestras vidas iluminaron, no hayan reparado y sin sentido, ciegos por tesoros malditos, por promesas falsas, por vidas plásticas, ahora, no pueda siquiera estrecharles una mano.
Cómo quisiera que el tiempo regresara, que la historia otra fuera, que las circunstancias cambiaran, más sin esperanza, sólo me queda recordarles, amarles y enjuagar mis lágrimas.
La vida cambia, a veces por poquitos, a veces de un latigazo y sin menguar palabra. No desaprovechemos poder decir a los que amamos, que los amamos, ni tocar las manos de esos amados. La vida de repente nos da más vida y a veces, nos quita todo y aparece la muerte, asì de repente por cualquier esquina.
1 comentario:
A veces es difícil acercarnos a quienes amamos, a veces nos responden con desprecios, a veces quisieramos ser diferentes sólo para hacerlos feliz... pero no nos queda más que aprovecharlos, intentar mejorar las cosas, aceptarlos como son, y dar todo nuestro amor, que se queden con lo mejor de nosotros, es lo único que nos queda.
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