No tengo problema con la autoridad. Definitivamente que no. Respeto a la misma por las razones lógicas que puedan representarla, como la edad, la experiencia, la jerarquía, la madurez y sabiduría, la humildad del que sabe más pero lo demuestra a través del ejemplo y lo comparte.
Sí tengo un serio problema con el abuso de autoridad. Ahí mi rebeldía, subversión, rechazo y confrontamiento, son patentes, obvios y muy expresivos.
Desde que tengo memoria, en más de una ocasión me han dicho que tengo problema con la autoridad. Y desde que tengo memoria he respetado a todos por igual.
El prejuicio al ver sin indagar a alguien que no “cumple” con los parámetros estándar de una determinada sociedad, es descrito como rebelde o que tiene problema con la autoridad.
Pero ya a estas alturas del viaje, que no me extraña cómo hay tantos que hablan y hablan y no sólo no saben, no entienden, ni tienen idea de lo que se trata.
Pero ya a estas alturas del viaje, que no me extraña cómo hay tantos que hablan y hablan y no sólo no saben, no entienden, ni tienen idea de lo que se trata.
Sólo abren la boca, pero enquistan las neuronas, creando una barrera tanto sensorial como mecánica. A cuanto tarado vemos en TV o leemos sus geniales “comentarios” en los medios de comunicación y si le damos una fracción de segundo para analizar, nos encontramos ante un contenido falso, tanto que mejor fuera vacío.
Se tiende a confundir dos conceptos delicados como lo son “el poder” y “la autoridad”, los cuales hasta cierto punto son opuestos.
El poder es una voluntad impuesta venga de donde venga, por antojo, sin justificación ni base racional. El poder es un hecho real. Una voluntad se impone a otra por el ejercicio de la fuerza. Donde el intelecto y la compasión están ausentes y por ende, cualquier descerebrado puede imponer y abusar de él.
En cambio, la autoridad está unida a la legitimidad, dignidad, calidad, excelencia de una institución o de una persona. No se hereda, no se compra, sino que se gana con esfuerzo, paciencia, lentamente y sobre todo, con el ejemplo y la buena voluntad.
En este país (si no es que en todos), el abuso de la autoridad se manifiesta por la necedad de aquellos que tienen “poder”. Lamentablemente, el poder y el raciocinio o sentido común no van de la mano, si queremos un ejemplo, tan simple como haber escuchados dos palabras de gente célebre por su estupidez como Chávez, Bush y Colóm. (Y ni mencionar por lo obvio a todos los especímenes religiosos). Tienen poder, claro, y mucho, pero nada de autoridad. Esto se desglosa entonces en el irrespeto a las leyes, la prostitución de las constituciones y la compraventa de cuerpos y almas.
Entonces no tengo problema con la autoridad, más sin embargo tengo un serio problema con el abuso del poder por quienes supuestamente están pagados por un pueblo ignorante y hambriento para velar por la justicia a través de la autoridad.
Tengo un serio problema con todo aquel que imponga sus creencias, sus opiniones y sus deseos a costa del bienestar de los demás, a la fuerza y con agresión o violencia, a veces solapada y otras veces no.
Tengo un serio problema con mentes minúsculas que egoístamente se alimentan del sufrimiento y dolor ajenos como la sobre población mundial y todavía se dan el lujo de expresar su desacuerdo y coaccionan contra el control de la natalidad.
No creo en profecías ni premoniciones, sin fundamento científico o en todo caso social, económico o climático. Hay verdades claras a futuros cercanos y lejanos que se basan en el comportamiento de los protagonistas de este caos llamado mundo.
Toda acción, queramos o no, tendrá tarde o temprano, o sea, para nosotros y para los que todavía no han nacido, los efectos o consecuencias buenos o malos según aquellos que los precedieron. Es una regla universal tan clara como que todo aquel que nace, inevitablemente, va a morir.