La veo a través de mi ventana, cuando mi destino me conduce por esa ruta, a esa hora. Es una persona como cualquiera y como pocas. Una mujer de edad media, diría unos 50, que no luce ni desnutrida, ni obesa, viste desgarbada, pero no sucia. A veces su cabello ondea desordenado al viento y las inclemencias del tiempo. Su caminar a pesar de todo, es firme y preciso, cuando se podría esperar lo contrario debido a su estado. Y es que esta persona es una mendiga, bajo los efectos del pegamento que le hace desvariar y mantener una mirada perdida.
Las primeras veces me asustaba, como era de esperar, la reacción primitiva de temer a lo desconocido y por los prejuicios. Luego vi a una mujer adicta a una sustancia química, que no tiene más propósito en la vida que el conseguir un poco de plata para comprar más pegamento y continuar su viaje de fantasía y en su imaginación. Un ejemplo más de cómo se huye de la realidad diaria en cada vida. Todos huimos a nuestra manera, bajo nuestros términos y por nuestras razones.
Y si un día le hablara, si un día le dejara contar su versión, lo que siente, ve y piensa en su mundo.
¿Habrá mundos paralelos, dentro de nosotros y a nuestro alrededor?
¿Estaremos dormidos soñando cosas bellas o despiertos y padeciendo una pesadilla día a día?
¿Qué es real y qué es sólo imaginación?
¿Por qué una persona que no parece estar en sus cabales nos causa angustia y hasta disgusto? ¿Es acaso el terror de lo que podría pasarnos? Nos recuerda lo frágil e indefensos que caminamos en un espacio de materia y tiempo.
Nos recuerda que estamos solos, porque la generosidad ha sido sustituida por la desconfianza y el desprecio, porque la compasión ha sido desplazada por la agresión e intolerancia. Porque los errores se pagan de por vida y la crueldad del prójimo es una reacción ya esperada y hasta aceptada.
La gente ya no quiere a la gente, la gente lastima a la gente, la gente engaña a la gente, la gente mata a la gente, y todo lo demás.
¿Qué puede contar esta señora que pide dinero para comprar pegamento? ¿Qué historias fragmentadas compartiría si le ofreciera una taza de café, una champurrada y unos minutos de plática? Pues creo que esa mujer no me tendría más confianza por andar yo en carro y ella a pie, ni por tener yo trabajo y ella ser limosnera, ni por no drogarme con pegamento y ella si hacerlo. Ella posiblemente sabe más de lo que la gente es capaz, hasta donde puede llegar y no precisamente por bondad.
Esa mujer es valiente y también descarada, y aunque no quisiera jamás estar en sus zapatos, le admiro, porque vive cuando otros prefieren morir. Y porque pide cuando otros arrebatan, arrancan, roban y matan.
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