
Ayer estuve platicando con una amiga muy querida, sobre su vida de pareja. Es delicado cuando se toma este tema y una empieza a ser parte de una dinámica ajena y sobre la cual se espera que una pueda opinar o al menos dar un consejo u observación.
Primero que todo, agradezco la confianza, una no le cuenta a cualquiera nada si no hay confianza y un cierto grado de cercanía, y claro…están las pláticas con extraños totales que por lo mismo y la posibilidad de nunca más volverles a ver, que una a veces se destapa.
Pero volviendo al punto de inicio, esta amiga mía, en realidad la pareja son mis amigas, pues llevan ya varios años juntas. Como muchas parejas lesbianas, se dejaron llevar por la emoción y antes de conocerse un poco mejor, se pusieron a vivir juntas al mes. Ahora esta amiga ha notado cierto aburrimiento, falta de iniciativa, casi no platican y casi no tienen sexo.
El poder compartir las penas es tan importante como compartir las alegrías. Es curioso, pero a veces pasa que necesitamos de un oyente que nos permita expresarnos y a la vez que nosotras estemos abiertas a las observaciones sin tomárnoslo personal y cerrarnos o sentirnos agredidas, al final, si no queremos opiniones empecemos entonces por no pedirlas.
Esa interacción se aplica desde la propia pareja hasta la amiga, el amigo, el familiar y por qué no, hasta de poco conocido.
Con mi pareja nos terapeamos a cada rato, no hay rincón o esquina que no hayamos explorado, deshuesado y desarmado para después compartir nuestras impresiones. No me puedo imaginar vivir al lado de alguien a quien no le pueda confiar mi sentir, mi pensar, mis necesidades de cuerpo y mente, por vanas, básicas, simples o tremendamente complicadas que sean.
Es gratificante que la pareja nos pueda decir sin miramientos lo malo y bueno, pero sin que sea el fin del mundo. No hay tales de que me ofendiste con esa palabra o lo peor, con lo que podría significar una frase o simple palabra. No hay tales de que me afecta y me inhibe esa mirada o ese gesto o ese tono, porque nos conocemos y sabemos que para expresarnos hay que sentirse libre y las cosas fluyen con más beneficio para ambas.
De todas las tonteras que hemos vivido juntas desde que nos conocimos, hay algunas meras serias, pero es una fortuna madurar una al lado de la otra. No hay resentimientos, nos enfocamos en las soluciones y no en los problemas, en los resultados y no en los procesos. Con bastante confianza puedo catalogarnos como una pareja que ha invertido tiempo y esfuerzo y buena voluntad en crear un ambiente agradable y que difícilmente nos aburre. Nos peleamos con ganas así como nos amamos con ganas y nos la gozamos con ganas.
Creo humildemente en este caso, que el período de enamoramiento pudo haber sido algo corto, o sea, pasar de gustarse y ser algo nuevo y entretenido, se fueron de cabeza a compartir todo y todo el tiempo sin tregua. Lo cual después de una soltería, puede no ser lo más prudente. Una al principio se encandila con lo que ve, oye y toca, a partir de eso empezamos a construir todo un palacio en nuestra imaginación con expectativas tan altas e inverosímiles que cuando me acuerdo, me estremezco.
Otro detalle que me cuenta esta amiga es que lo que no se dijo o hizo al inicio, ahora no aplica. O lo que se hizo y dijo al inicio es obligado que se mantenga así. El típico: “así me conociste y así soy”. Suena algo feo, pero a mí me pasó ya más de una vez. Es común en la vida de pareja de lesbianas, el valorar la relación en base al tiempo que llevan juntas y no tanto por otras cosas, como la calidad, la intensidad, la variedad, la novedad.
Lo que cuenta es demostrar que también se puede tener una relación de larga duración y eso nos da a todas un cierto status, nos depara respeto y admiración del resto. Aunque por dentro nos muramos de la envidia de aquellas que vuelan como picaflor de aventura en aventura, de pasión a pasión, sin asentarse. El temor a la soledad y a el volver a empezar, los compromisos contraídos, el evitar el conflicto y la confrontación, el rendirse, todo esto es un proceso que según lo que he leído y he vivido en varias relaciones previas, pasa a formar parte de una forma de vida en pareja.
Me preguntaba esta amiga por qué teníamos esa mentalidad de masoquistas frustradas, que si era por ser lesbianas o por ser babosas. No pude dejar de reírme un buen rato, pero la pregunta es valedera.
Nos mantenemos en una relación a mi parecer por 4 razones: 1. porque el sexo es fenomenal aunque todo lo demás sea una pesadilla, 2. porque la compañía y estabilidad compensa lo que falta en la cama, 3. porque no se ha aparecido otra persona que cambie la balanza o mueva el tapete y 4. porque nos amamos y llevamos una vida con sus altibajos normales.
Y en algunos casos, una combinación de las anteriores que se da por temporadas o épocas.
En una relación homosexual, muchas veces no hay hijos involucrados, lo cual nos da la oportunidad de tener un estilo de vida más holgado, tenemos menos responsabilidades y más tiempo disponible. Nos cansamos menos sin tener que criar a otras personitas y somos si bien nos va, más hedonistas, más obsesivos y exigentes.
Podemos dedicarnos a pasatiempos de todo tipo, desde parrandear cada fin de semana, armar avioncitos, ver y coleccionar películas, pintar, tocar un instrumento, fotografía, mascotas, ver chicas, hacer ejercicio o subir volcanes. Como parejas lesbianas, tenemos más tiempo libre, más libertades, no deberíamos de encerrarnos en la rutina de una vida sin condimento y que con el tiempo nos deja los sentidos adormilados.
No tenemos las excusas del post parto para que nos cuelgue todo o no apriete todo. Podemos ser vanas y bellas sin las manchas en la cara o las estrías en caderas. Nos podemos dar el lujo de modificar nuestros cuerpos a nuestro gusto y antojo con la única razón de atraer y ser atraídas y con la grandísima ventaja que la mayoría de lesbianas son nada exigentes en lo físico.
Me preguntaba esta amiga qué pienso de la ayuda o terapia para parejas lesbianas. Pienso que cada quien es un mundo y con tal de mejorar o desearlo, el buscar asesoría puede intentarse.
Me recuerdo de cuando fui con una psicóloga lesbiana, porque en aquel entonces tenía problemas de intimidad con mi pareja. La verdad, sospechaba y confirmé sin lugar a dudas su incapacidad profesional, pero que mujer más guapa. Varios años más joven, y con unos clavos con su pareja que los míos sonaban a cánticos gregorianos. Desde abuso de drogas hasta somatadas a puñetazo limpio. Pero qué guapa era. Me veo hace tanto tiempo y comprendo lo que una es capaz de hacer por compañía, tener alguien sin criterio que me escuchara y poder ver belleza física tan cerca y…pagar por ello una cantidad que definitivamente superaba astronómicamente lo mediocre y trastrabillado que ella pudo hacer por mi situación.
¿Quién soy para dar una opinión? Una tonta que ha metido la pata en muchas ocasiones y ahora se ríe de ello. Por cierto, ahora es una connotada activista feminista, debí haberlo sospechado. Esta historia relajó un poco la tensión que vivía mi amiga, todas hemos pasado por ratos colorados y otros tantos descoloridos, con parejas, con amigas, con personas que sienten y viven como cualquier otra. Quedamos de juntarnos de nuevo para platicar, espero que sea pronto.