
No es fácil esta época porque remite inmediatamente a finales, a situaciones que comienzan, pero que también terminan. La vida empieza, pero concluye y así como un año se acaba también se nos acaba la vida. Algún psicólogo transpersonal escribió que todos los miedos remiten necesariamente al miedo a la muerte. Detrás de todo lo que finaliza está implícita la muerte. El final de un año y el comienzo de otro es una paradoja: porque alegra y entristece. Porque genera ilusión pero también miedo. Porque se cierran capítulos pero también se abren otros. Vivimos fluctuando entre aquello que la cultura occidental denominó contrarios (que en realidad no existen). Sólo son extremos de una misma circunstancia, nunca opuestos o contrarios. Pero lo único que tenemos que hacer cuando tenemos vida es vivir. Vivirla bien o mal, (¡ojalá bien!) pero vivirla. Como parte del aprendizaje que escogimos vivenciar para poder crecer. Estamos a la mitad del camino entre las bestias y los dioses, de allí nuestra paradoja. Cada quien decide para qué lado tira más si para el de los dioses o si para el de las bestias. Y en este ir y venir de años, circunstancias, personas, amores, odios, rupturas, comienzos está la ilusión o el sueño como uno de los elementos que más daño puede hacernos. Sí, la ilusión, la expectativa, lo que "estamos esperando", lo que desearíamos que sucediera. En esta espera de algo que suceda, de algo que nos llegue, está una de las causas de mayor frustración y fracaso de los seres humanos. Cuando usted está esperando algo, lo que llega de afuera siempre es más poquito de lo que usted esperaba. En regalos, en dinero, en amores, en felicidad, en agradecimiento, en reconocimiento... en el terreno que desee colocarlo, cuando se espera siempre hay una desilusión que en definitiva es una ilusión que no se cumple. Esperaba más de lo que recibí y la desilusión no se hace esperar. Por eso, el mejor antídoto contra las desilusiones es no tenerlas. Es decir, no generar la causa de la desilusión que es una ilusión y no la realidad. Porque la realidad a veces es mejor de lo que creemos. Sólo que no lo vemos por estar soñando, por estar construyendo ilusiones. Puede que la situación personal no sea tan nefasta como se creía. Sólo que como no es como yo "esperaba", la sensación de frustración es inmedible. Si no espera, no se desilusiona. Tampoco termina siendo un amargado o amargada. Sólo una persona que vive al día, el presente y por lo tanto no abre su corazón a las frustraciones. Y aquí vale la pena contar la bellísima LEYENDA sobre la creación del hombre y de la mujer, donde los dioses decidieron que no los podían hacer exactamente a imagen y semejanza de ellos, porque entonces no serían humanos sino dioses. Había que marcar alguna diferencia y se decidió, en consejo de sabios, no darles la felicidad "para que él y ella tuvieran que encontrarla". ¿Dónde colocarla? No podía ser ni en la montaña -tendrían fuerza para escalarla- ni en el mar -tendrían inteligencia para descubrirla-, no podría ser en otro planeta, también estaban preparados para hallarla. "Ya sé dónde colocarla", dijo un dios, "colocaremos la felicidad adentro de ellos mismos y estarán tan ocupados en buscarla por fuera que difícilmente la encontrarán". ¿Qué tal que este fin de año marcara la diferencia de empezar a buscar la felicidad donde realmente está? Entonces, no esperara nada porque nada de lo que llegue de afuera podrá colmarlo o darle lo que tanto espera. ¡En usted, en el fondo de si mismo, está la respuesta!
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