Vacaciones, descanso, solaz esparcimiento tras un año de duro y extenuante y agobiante trabajo, lejos de mi casa, de mi gente, de mi país y de mis sentimientos.
El tarro de cerveza llegó frío, helado y el primer sorbo alivió mi sed de líquido pero no de cuerpo febril, nervioso y excitado con demasiada anticipación para mi agrado.
Me relajé un poco, di media vuelta y me recosté sobre la barra para examinar detenidamente mí alrededor, cada cara, cada cuerpo, cada olor, cada sonido.
Muchas parejas bailaban, chicas de todos los colores, tamaños y formas, sonrojadas por el ejercicio, los aperitivos y por ese cortejo sublime pre sexual que no necesitaba señales para ser más que palpable a cualquiera que a ese bar entrara.
Me sentí bien ya terminando mi cerveza. Los latidos de mi corazón eran casi imperceptibles, sabía que estaba de cacería pero no que sería cazada.
Una chica mucho más joven se me acercó e invitó a bailar, no es muy común pues mi tipo no es el femenino y mi apariencia tampoco, pero la música estaba tan buena que tomamos la pista sin pensarlo dos veces.
La jovencita ya estaba entonada y sus insinuaciones y flirteos me entretuvieron y divirtieron más que otra cosa, pero quedaron lejos de excitarme. Era relativamente frecuente que se me ofrecieran así, pero no es lo que quería, ni lo que buscaba, eso ahora ya me aburría y desesperaba.
Pero ella, esa mujer de mirada de hielo hirviente, me observaba y sí…me sonreía. Ella no bailó hasta más tarde y cuando lo hizo me extasió con sus movimientos, sin ser femenina era elegante y exótica y muy guapa. Varias mujeres le saludaban, por lo visto era una clienta regular, de esas que llega, consigue y se va, pensé.
De esas mujeres como yo, hoy, aquí, ahora, que saben lo que quieren, se arriesgan y no dan marcha atrás.
Tomé otro tarro de cerveza y un tequila para acompañar. Su efecto me hacía sentir liviana, risueña y despreocupada.
Fui al baño y de pronto vi que dos chicas adelante mío, estaba ella. Entró antes y cuando llegó mi turno no había señales de ella. Salí al pasillo, donde estaban el lavamanos y las toallas de papel.
Era una de esas disco-bar de élite, donde el bienestar del cliente era una prioridad. Estaba el lavablo en penumbra, olia a incienso indú, sin pasar a ser molesto. Me lavé las manos, las pasé mojadas por mi cuello y cara, para refrescarme un poco…cuando sentí que de pronto mis piernas temblaban, la boca de mi estómago se abría y cerraba espasmódicamente y mi corazón corría veloz sin orden, queriendo salir a no se dónde.
Su aliento se posó en mi cuello, luego sus labios suaves, húmedos, tibios casi sin tocarme dejaron lo que pareció ser un beso. Su aroma era a perfume de mujer, pero mezclado con hormonas a mil por hora.
Sus manos se posaron a ambos lados de mi cadera y la sujetaron firme pero agradablemente, como si estuvieran en casa. Ni pensé en voltear, su fragancia me aseguró quién era y no entiendo cómo ni por qué, pero su beso y su forma de sujetarme me confirmaron que tenía que ser ella.
El tarro de cerveza llegó frío, helado y el primer sorbo alivió mi sed de líquido pero no de cuerpo febril, nervioso y excitado con demasiada anticipación para mi agrado.
Me relajé un poco, di media vuelta y me recosté sobre la barra para examinar detenidamente mí alrededor, cada cara, cada cuerpo, cada olor, cada sonido.
Muchas parejas bailaban, chicas de todos los colores, tamaños y formas, sonrojadas por el ejercicio, los aperitivos y por ese cortejo sublime pre sexual que no necesitaba señales para ser más que palpable a cualquiera que a ese bar entrara.
Me sentí bien ya terminando mi cerveza. Los latidos de mi corazón eran casi imperceptibles, sabía que estaba de cacería pero no que sería cazada.
Una chica mucho más joven se me acercó e invitó a bailar, no es muy común pues mi tipo no es el femenino y mi apariencia tampoco, pero la música estaba tan buena que tomamos la pista sin pensarlo dos veces.
La jovencita ya estaba entonada y sus insinuaciones y flirteos me entretuvieron y divirtieron más que otra cosa, pero quedaron lejos de excitarme. Era relativamente frecuente que se me ofrecieran así, pero no es lo que quería, ni lo que buscaba, eso ahora ya me aburría y desesperaba.
Pero ella, esa mujer de mirada de hielo hirviente, me observaba y sí…me sonreía. Ella no bailó hasta más tarde y cuando lo hizo me extasió con sus movimientos, sin ser femenina era elegante y exótica y muy guapa. Varias mujeres le saludaban, por lo visto era una clienta regular, de esas que llega, consigue y se va, pensé.
De esas mujeres como yo, hoy, aquí, ahora, que saben lo que quieren, se arriesgan y no dan marcha atrás.
Tomé otro tarro de cerveza y un tequila para acompañar. Su efecto me hacía sentir liviana, risueña y despreocupada.
Fui al baño y de pronto vi que dos chicas adelante mío, estaba ella. Entró antes y cuando llegó mi turno no había señales de ella. Salí al pasillo, donde estaban el lavamanos y las toallas de papel.
Era una de esas disco-bar de élite, donde el bienestar del cliente era una prioridad. Estaba el lavablo en penumbra, olia a incienso indú, sin pasar a ser molesto. Me lavé las manos, las pasé mojadas por mi cuello y cara, para refrescarme un poco…cuando sentí que de pronto mis piernas temblaban, la boca de mi estómago se abría y cerraba espasmódicamente y mi corazón corría veloz sin orden, queriendo salir a no se dónde.
Su aliento se posó en mi cuello, luego sus labios suaves, húmedos, tibios casi sin tocarme dejaron lo que pareció ser un beso. Su aroma era a perfume de mujer, pero mezclado con hormonas a mil por hora.
Sus manos se posaron a ambos lados de mi cadera y la sujetaron firme pero agradablemente, como si estuvieran en casa. Ni pensé en voltear, su fragancia me aseguró quién era y no entiendo cómo ni por qué, pero su beso y su forma de sujetarme me confirmaron que tenía que ser ella.
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