Cuando se siente esa emoción rara, pero rica, tan intensa e inquietante como necesaria. No puedo esperar para tener más. Es sentirme liviana, medio volandito, medio adormilada, pero sintiendo que mi corazón late a mil por hora y la sangre abandona mi mente para pasar a otras partes corporales más sensibles a ser excitadas.
Es un recuerdo de cuando una se enamora por primera vez. Y es curioso, porque a pesar de haber tenido varias amantes, en pareja o no, me he enamorado de muy pocas.
La infatuación si ha sido con todas, esa calentura que nubla el sentido común y nos hace depredadoras de piel, labios, senos, traseros, muslos, en fin, de cuerpos.
Enamorarse es otro royo, casi espacial o galáctico, es como un polvo invisible y radiactivo que nos rodea y nos posee por completo. Pasamos a ser una con la otra. Vemos un aura alrededor de su cara, sentimos su calor corporal como suave y fina manta de seda a nuestro alrededor aún sin tocarnos. Podemos inhalar su aroma que despierta sensaciones tan dulces, agradables e inolvidables, aunque no la tengamos cerca. Recuerdos y experiencias que nos acompañan por el resto de nuestras vidas, inalterados, casi reales y palpables. Una voz que a ratos emerge en nuestros sueños y nos trasporta al momento pasado ya empolvado.
Hay días en que la nostalgia me invade. Y estoy perfectamente consciente, sabida y convencida de que mi vida es buena. Mi vida en pareja es buena. Tengo mucho, soy afortunada, pero a veces, hay días en que igual, me invade la nostalgia. Puede ser por querer ser otra vez una joven alocada y sin preocupaciones, por tener más energía, un cuerpo más delgado y firme, un cabello sin tanta cana, una actitud más aventurera y arriesgada. Menos limitada por equipaje de más, trabes y traumas acumulados tontamente en mi larga jornada.
Me ha costado encontrar la tranquilidad, la estabilidad, la madurez de una vida en pareja. Fue un viaje largo y tortuoso, pero que ha traído incontables recompensas. Más sin embargo hay días en los cuales la nostalgia me invade.
Recuerdo cómo se siente intentar besar a una chica que nunca ha sido besada por otra mujer. Lo que es acercarse a una mujer que nunca ha tocado el cuerpo desnudo de otra mujer y esa mujer era yo. La duda de lo obvio, el nerviosismo delo nuevo y del reto, el bochorno que suelta risitas, el deseo que ahoga, la respiración que no alcanza, el calor que incendia, el momento que succiona e impacta cada neurona.
Es curioso que siendo más joven e inexperta, fuera más activa y emprendedora. Creo que en parte con el tiempo y la vida, hay más experiencia física, pero más dolor emocional acumulado que nos convierte en cierta forma, en amantes calculadoras, con armaduras, con dispositivos de emergencia que nos cubren pero también nos aíslan. Somos producto de los embates amorosos de la vida. Nadie queda inmune y todas nos adaptamos para bien o mal, como podemos.
La nostalgia me invade, como la niebla sobre el valle tras una noche tormentosa que con los primeros rayos del sol promete calor y humedad insoportables. Los errores cometidos pesan a veces como piedra atada a nuestros pies. Los placeres vividos iluminan los rinconcitos de nuestra memoria en días nostálgicos, como hoy. Ya muchas hemos vivido más de la mitad de nuestras vidas, y quiera que no, ahora la nostalgia nos hace, con mayor frecuencia, compañía.