El bien conocido dicho de que “podría ser peor”, es más acertado de lo que una podría pensar.
Es una forma de ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío y no es conformarse con lo que se tiene, sino que agradecer por ello. Es bien interesante cómo puede cambiar nuestra actitud al cambiar nuestra información y nuestras experiencias.
Acabo de leer un libro sobre un tema que me apasiona, la medicina, pero desde el punto de vista de vivencias personales de médicos en diferentes partes del mundo y en diferentes momentos de la historia o del presente.
Es envolvente leer sobre personas que a pesar que tenemos muchas características en común, vivimos literalmente en mundos y épocas diferentes. Como mundos paralelos o algo así.
Guatemala no es la panacea, no es lo ideal, no es lo mejor, y le falta un montón de cosas que me gustaría tuviera, así como tiene un montón de cosas que me gustaría que no tuviera. Hay cosas que puedo modificar y otras que nunca podré.
Pero hay opciones y hay oportunidades, lo que pasa es que no es fácil, a veces y hasta muy difícil. Cuesta hacer las cosas pues ha de invertirse mucho tiempo, energía, paciencia, dinero, en fin, pero si se persevera y se es más necio que los demás, muchas más veces se logra algo positivo que nada. No porque no sea gratis o fácil o rápido, significa que no tenemos la oportunidad, de hacer una diferencia en nuestras vidas y en nuestro país.
Al contrario de otros países donde realmente no me imagino vivir ni en la peor de mis pesadillas. Como muchos países de África y Medio Oriente. En especial, me llama la atención que la idea de que la pobreza es la principal limitante para optar a una vida mejor o a lograr metas y aprovechar oportunidades es incorrecto.
Por ejemplo y a lo que viene este comentario sobre mi reciente lectura, en Arabia Saudita o Reino Saudita, la vida en cualquier aspecto, es inadmisible por mi academia occidental y mi filosofía oriental. Un país adinerado por producción de petróleo, que “educa” a sus ciudadanos en países del exterior sin escatimar gastos, pero que mantiene una sociedad manejada por una religión y dogma tan fuertes como generalizadas.
Es una cultura que al leer este libro, me fascinó por lo increíble que aún me parece. Es como leer de de otro planeta, real, vivito y coleando, rodeado de oro y diamantes y para mi tranquilidad, muy, muy lejos de este país. Donde el idioma árabe es incomprensible y donde la religión musulmana, domina a todo lo que pone pie en ese lugar.
Lo bonito del relato de esta autora, es que ella es una Médica con 3 maestrías obtenidas en Inglaterra y en los EEUU, nacida en territorio árabe, musulmán, pero criada en occidente. Padres musulmanes pero liberales. Parece que hay ya una nueva versión del islam donde no hay que maltratar a la mujer. Donde no hay que rezar 5 veces al día, todos los días de sus vidas, donde no hay que esconderse detrás de yardas y yardas de ropa y para colmo negra, bajo un ardiente sol de desierto, las 24 horas del día.
Hay personas musulmanas, que practican un islam benevolente, generoso y progresista, quienes son predominantemente pacíficos y amorosos con los suyos y los demás. Es necesario informarse sobre otras culturas y credos en vez de usar pre juicios sacados de artículos amarillistas y sin escrúpulos.
Actualmente se asocia al islam con terrorismo y no podría ser más tonta y disparatada dicha asociación. Sería como asociar automáticamente al cristianismo con el narcotráfico y los sicarios que plagan a Latinoamérica.
He leído muy poco y espero sea cada vez más, sobre esta religión tan ajena y extraña para mí, no sólo por el área geográfica donde más se practica, sino porque todo lo que es religión me es ajeno.
Pero la curiosidad fue más fuerte y aunque es una creencia muy segregativa, sobre todo a nivel de los sexos; hombres por un lado y mujeres por otro, vestimentas que ocultan y disimulan todo tipo de cuerpo y cara femeninos, donde la mujer tiene limitaciones y prohibiciones en actividades tan banales como salir sola, manejar un vehículo, viajar sola o simplemente estar en compañía de un hombre que no sea familiar o esposo, a tal grado que ha de llevar consigo el documento de casamiento a toda hora y a todo lugar.
Pero no todo es malo o desventajoso. Es una religión que aunque limita y como en todos lados, puede ser manipulada a favor de intereses de individuos o agrupaciones, mantiene un fuerte principio sobre todos los demás y es la justicia.
En ese camino, es hasta donde sé, es la única creencia que apoya una vez casada a la mujer, con derechos que aseguran su bienestar económico, su seguridad y su futuro.
Pero es muy difícil a mi parecer, vivir en esos lugares bajo esas ideas, ya que una vez se ingresa al Reino Saudi, las reglas del islam se aplica a todos, nacionales y extranjeros por igual y en casos de romper sus reglas, podría terminarse en prisión siendo hombre y deportada siendo mujer.
La muerte se paga con la muerte, aunque se exhorta a la generosidad del perdón a cambio de una cuantiosa remuneración monetaria para la familia de la víctima.
Sería aconsejable de vez en cuando, salir de la cueva en que vivimos y entendamos que a pesar de todo y todos, en Guatemala, no estamos tan mal, después y a pesar de todo lo que vivimos hoy en día. Aquí puedo hacer mi vida sin importar en lo que crea, tengo los mismos derechos y responsabilidades que mis compañeros hombres y puedo llevar mi vida como me plazca sin prohibiciones o limitaciones religiosas. Por ello, para ello, es vital cuidar nuestro voto y reflexionar sobre lo que tenemos, lo que no tenemos, lo que queremos y lo que no queremos. Porque todo en exceso, a la larga hace mal.
La violencia como bien se sabe es una respuesta de agresión que arrasa sin discriminar. Las drogas, el fanatismo, la corrupción, el lavado de dinero, el irrespeto a la vida, la pérdida de valores como lo son: el trabajo, la honradez, la honestidad, el esfuerzo personal por la superación personal, la ética en el ejercicio de cualquier oficio o profesión.
Y volviendo, el libro que me hizo escribir sobre esto es “In the Land of Invisible Women” by Qanta A. Ahned, MD.
Gracias a ella, hoy me doy la oportunidad de agradecer por lo que tengo, por donde vivo y por todo lo que puedo hacer como médico, sin temor a represalias por ser mujer o por no estar casada ante la ley. Agradecer por una familia sin religión, por una profesión apasionante, por tener trabajos dignos, y por tener internet, por amar la lectura y poder saber más del mundo que me rodea, verlo con objetividad y sincero respeto y asombro, día tras día.
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