Me pregunto, de qué sirve enfrascarse en situaciones del pasado, cuando es obvio y evidente que ya las cosas han cambiado. Por la razón que sea, que a mi criterio es la existencia de las religiones, sectas o adoraciones inexplicables y sin sentido, las que han favorecido y hasta talvez creado esa tendencia ya en extinción, de la supremacía masculina sobre la femenina.
La mujer y el hombre son casi podría decir, dos especies del género humano, que cohabitan en un espacio fijo y determinado que es la Tierra. Conforme el tiempo ha pasado, lo que fue en la prehistoria, no será en la actualidad. No necesitamos seguir procreando para asegurar la presencia de una humanidad. No se necesita de un útero para mantener un embarazo. No se necesita de personas físicamente presentes para engendrar un humano. No se necesita de un dios para explicar lo que nos rodea. No hay nada que la mujer no pueda hacer que el hombre hace, ni nada que el hombre no pueda hacer que la mujer hace.
Es sorprendente cómo lo que pensamos, moldea y matiza lo que nos rodea y cómo lo percibimos y de por qué reaccionamos como lo hacemos. Nos encadenamos a eventos que aunque hicieron historia, son sólo parte del pasado. Sentimos, sufrimos, odiamos por un pasado macabro, y sin percatarnos, desperdiciamos el presente.
La historia contiene horrores, injusticias, destrucción, muerte, y también contiene éxitos, cosas bellas, logros y avances para la humanidad. Es como el dicho: depende cómo veamos el vaso frente a nosotros, medio lleno o medio vacío.
Otro sabio dicho, es el que aconseja no sufrir calenturas ajenas, y menos si no sabemos de dónde o de quien vienen y por qué. Hay muchos interese egoístas así como agendas ocultas.
La humanidad cada vez se individualiza más. No se necesita de un grupo para comer, trabajar, estudiar, festejar, descansar. Cada vez nos desenvolvemos mejor solos, o al menos ya no como manadas. Eso era la humanidad hace miles de años, manadas arreadas. Ideas colectivas sin opción a la discrepancia o análisis. Muy diferente es entonces el coexistir y cooperar, trabajar en equipo como lesbianas, como mujeres, como nación, como humanidad.
Hemos de aceptar que hay una tendencia hacia evadir responsabilidades, a depender, a acomodarse y luego a quejarse. Pasa en todos lados y a todas horas. Los pretextos pululan más que las soluciones y la negatividad agobia los esbozos de pro actividad positiva.
Es muy probable, que el pasado haya sido cruel, para las mujeres, para las lesbianas, para las minorías. Pero no es el caso para muchas hoy en día. Si somos afortunadas, si logramos salir del torbellino de ideas y propuestas encontradas, si decidimos forjar nuestro propio camino, ya nada nos para.
La mujer como ser débil y oprimido, es una leyenda, un mito. Cualquier mujer puede dada las circunstancias empuñar un arma, dictar una conferencia, tener sexo con quien quiera, negarse al embarazo, manejar un trailer, ir a la luna, dirigir un gobierno, torturar al enemigo, trabajar en las minas, pelear con los puños, vivir o morir.
No trato de negar un pasado, me niego a vivir en el pasado.
No trato de desvirtuar a las que lucharon por un mundo más ecuánime para la mujer, me niego a desperdiciar este gran regalo.
Las mujeres tenemos opciones, podemos tomar decisiones, tenemos la fuerza y el intelecto, la visión y la voluntad, de la mismísima forma que los hombres. Pues aparte de los genitales, no hay significativa diferencia.
Si sabemos o sospechamos de dónde viene el sufrimiento de antaño, por qué no hacemos algo para no prolongarlo. Si realmente nos sentimos víctimas de injusticias, por qué no decidimos por nosotras mismas. No me refiero a un colectivo, a un grupo, a una doctrina, a un supuesto político o religioso. Me refiero a la decisión propia y su responsabilidad como complemento de gobernar nuestras vidas.
Tenemos que estudiar, porque el conocimiento es el verdadero poder, pero muchas que pueden, no lo hacen por pensar pobremente que no pueden o no se lo merecen.
Tenemos que ser fuertes, físicamente fuertes, pero muchas optan por mantener un cuerpo frágil y dar pena, con sus consecuentes ganancias o pérdidas.
Tenemos que dar el ejemplo, porque estamos haciendo las cosas bien, no sólo en lo público sino que también en lo privado.
Tenemos que cultivar virtudes que engrandecen el espíritu y alma, como la bondad, la generosidad, la disciplina, la verdad, la tolerancia, el respeto al derecho ajeno, la justicia en cada momento de nuestras vidas y no sólo cuando nos conviene.
Tenemos que elevar nuestra autoestima y confiar en nosotras mismas. Si hay que ponerse pantalones y botas para empujar en el lodo, llevar las manos sucias, ser un tanto bruscas, hagámoslo y si los tacones nos gustan, a usarlos, pero sin quejarnos.
Tenemos que ser firmes y desechar dogmas que mantienen conceptos tan poco dignos de la mujer. No pasará nada, nadie se ha muerto espontáneamente por pensar un poquito más allá de lo que a leguas es estúpido.
Tenemos que hacernos cargo de nuestras vidas, de nuestro futuro y sin dejar de amar y apoyar a madre y padre, romper ese tan esclavizante cordón umbilical, que conlleva culpas e hipocresía.
Tenemos que dejar que los hijos crezcan y decidan por sí mismos su camino y el qué hacer en su vida en vez de escondernos tras una maternidad oprimida.
Tenemos que aprender a convivir, a dejar ideologías tontas, porque el hombre es otro ser humano, que como tal, dista mucho de ser perfecto.
En este país ya hubo discriminación a la mujer, pero no hay razón para vivir en el pasado. Dejar de pensar como víctimas, es un requisito fundamental, ya basta de lamentos y excusas.
En este país ya hubo guerra, pero no hay razón para vivir en ese macabro pasado.
En este país habitaron civilizaciones varias, entre ellas, la maya, pero por favor, ahora, nadie es maya, somos guatemaltecos, y ya. Y si no, DNA.
No se con certeza, si es la misma mujer la peor enemiga de la mujer. Pero veo a mí alrededor y observo cómo se juzgan, se critican, se discriminan y se atacan entre sí. Hay hombres malvados, claro, como siempre será, pero no son la causa y si la excusa, de tanta dejadez y victimización por mujeres sin convicción. Aunque suene crudo y hasta mórbido, comparto este pensamiento: así como el hombre puede violar, así la mujer puede abortar. Nada políticamente correcto, pero cierto.
No podemos llevar el vendaje raído y sucio, de cuando nos raspamos el codo manejando bicicleta 30 años atrás. Ni tampoco llorar, cojear y consentir una herida que aunque pudo dejar cicatriz, sanada ya está. Es simple la analogía…como leí en un blog: no hay mal que dure mil años, ni nadie que lo aguante.
1 comentario:
Felicitaciones por tu forma de escribir. Muchas gracias también por la reflexión.
Aprovecho el espacio para invitarte a ti y a las seguidoras de tu blog a visitar este nuevo blog lesbico: Stardust in love
http://stardustinlove-stardustinlove.blogspot.com/
Saludos a todas las lesbianas chapinas desde Costa Rica
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