Relajarse, es más que un placer o una necesidad, es vivir al máximo en paz, tranquilidad y fluyendo con el viento, los sonidos, los olores, las texturas y la buena lectura.
Relajarse no es haraganear, o babosear o simplemente perder el tiempo sin hacer nada…es sentirse a pesar del tiempo y a pesar de “aparentemente no hacer nada”.
Relajarse no es haraganear, o babosear o simplemente perder el tiempo sin hacer nada…es sentirse a pesar del tiempo y a pesar de “aparentemente no hacer nada”.
No creo que se a como meditar, aunque comparte el mismo principio, el de entrar en un contacto más íntimo entre una y una misma, sin aislarse de lo que me rodea y envuelve, de tal forma que pase a ser parte de una y una del todo.
Es cuasi complicado verbalizarlo, pero una vez se siente, es innegable saber qué es relajarse de a verdad.
Es posible relajarse en medio del caos o en medio de una tranquilidad total, es cuestión de la mente y la disposición individual.
Así como me despliego cuan ancha y larga bajo un sol paradisíaco a orillas de la playa en el Pacífico, también puedo sentir esa sensación de contento y tranquilidad en una de esas cirugías que salen tan perfectas como quisiera que fuera casi siempre. Aunque el reto y las aventuras son la contraparte que hace de la relajación un evento tan seductor y deseable.
Al relajarme, no me da miedo que ese momento pueda terminar, así como tampoco que lo que me espera sea incierto y tenebroso o agradable y satisfactorio.
Le quito toda la importancia el futuro y el pasado pasa a ser un recuerdo que ya no me domina ni me angustia.
Es como súper simplificar todo, sin catalogar ni valorar ideas o sensaciones. Es pienso, como estar flotando sin gravedad, no importando qué sea lo que suba o baje, venga o vaya, aparezca o desaparezca.
Y me devuelve a la realidad tan sólo las necesidades básicas de la ser humana que soy, como hambre, sed, deseos de ir al baño y en el caso del mar, que los mosquitos inicien su festín y yo sea su plato principal.
Todo está como debe ser, las olas chocando sobre la arena con predecible continuidad, las gaviotas y los pelícanos volando en bandadas cada cuando, la brisa que alivia el calor ardiente de un sol implacable contra mi piel, foto envejeciéndose. Un amanecer seguido irremediablemente por un atardecer, y así sin pausa desde hace años y por años a venir.
Relajarse es una virtud, saber hacerlo es cuestión de toda una vida y conlleva un esfuerzo de tirar ese equipaje extra que ya nos acostumbramos a llevar siempre sobre nuestros cuellos y espaldas. Es una forma tangible de constatar que se está viva, de que se respira, se siente y sin aferrarse a nada, nos dejamos llevar en la continuidad del universo.
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