Y estamos en los albores de la celebración anual del día del orgullo LGBT. Qué bueno. Sobre todo qué bueno que hay quienes van a participar y que hay quienes aún sienten la emoción y la ilusión de caminar una docena de cuadras en la zona 1. Parece que no va a llover, hay buen calor lo cual puede afectar si aplican pinta caritas, pero y que otra.
Esta vez me limitaré a desearles una buena marcha, que esperanzadoramente el mensaje que reciba la gente curiosa sobre las banquetas no sólo sea que las travestis son voluptuosas, que para participar la regla es pintarse la cara o ponerse máscaras y que al final, aunque sea algo, se escuche de coherencia entre todo lo que dicen los representantes de los grupos activistas de moda y los ya vitalicios.
Luego de la marcha del año pasado, aunque me la pasé bastante bien, con un grupo de amistades súper de ambiente, me quedó una vaga pero insistente sensación de alguien que trabaja por necesidad en un circo, que llega al siguiente pueblo y hace ruido para que se despierte la curiosidad de los potenciales clientes para la función de la noche. Y la función de la noche tras esta marcha es un despliegue de dolor y pena, sazonado con alcohol en paleta y triste negación en lugares de muy dudosa reputación.
Mis expectativas o son muy altas o estoy bien desubicada, y si así es, si no ayudo, tampoco estorbo. Pero a estas alturas del camino, ya espero más, exijo más. No me nace ya desperdiciar energía e intelecto en empresas o actividades que no prosperan. Ya no estoy para ser peón, payaso o curiosa caminando atrás de una plataforma de furgón, donde una travesti con implantes gigantes, peluca despeinada y casi desnuda da la idea de una comunidad LGBT a una población morbosa y desesperada por algo en qué entretenerse y pasar el rato. Parece el día del ridículo y no del orgullo. Deja de ser lamentable para ser patético.
Pienso a pesar de todo que más vale algo que nada, o sea, hay una marcha de orgullo en este país, peor es nada. Hay jóvenes dinámicos y tenemos una gran diversidad sexual, eso es enriquecedor y un punto de inicio para muchas cosas nobles e importantes en relación con la convivencia en Guatemala. Estamos en todas partes, en todo momento y eso es lo que a la larga importa, hacer acto de presencia cada día en lo que así decidamos y por supuesto, nos convenga.
Esta sábado algunos asistirán a la marcha como participantes, otros como simple e inhibidos espectadores. Otras nos reuniremos a celebrar con un suculento almuerzo en casa, porque ya nos mostramos tal cual somos lesbianas, cada día del año en nuestros trabajos, círculos sociales y familiares, ahora nos toca retirarnos a la comodidad del descanso y relax con selecta compañía.
¡Feliz día del orgullo LGBT Guatemala!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario