Es bonita, pero no es “mi tipo”.
Es dulce, pero no es "mi tipo".
Es inteligente, pero no es "mi tipo".
Es simpática, pero no es "mi tipo".
Porque...
Lo he escuchado y lo he dicho. Pero al final es tan ambiguo que no dice nada.
Nadie me puede explicar con exactitud cual es “su tipo”. Hasta que una vez, esperando el metro en la ciudad de Atlanta, entablé una conversación muy singular con una chica. Primero, se veía decente, como de mi edad en ese entonces y mi gaydar gritaba, ¡es una lesbiana! Así fue en efecto, y esta su historia.
Según me comentó, ella tenía una “tipo” de mujer para cada ocasión. Wow, cómo así, le pregunté, ¿acaso dirigía un harem o una casa de citas? Pues no exactamente, no para nada. Se refería a un tipo de chica para pareja, un tipo de chica para un acostón, un tipo de chica para salir y parrandear y así para cada actividad o grupo de actividades.
De tal forma que sus “tipos” podían ser tan diferentes entre sí, que casi y no había un patrón o tipo de características entre las mujeres con quienes compartía. Hasta tenía en cierta forma, según me comentó, un tipo de amistades cuadradas, otro tipo de tranquilas, de alocadas, de maduras y de excéntricas. Bueno me dije, ha de ser la chica de los tipos, porque no había escuchado algo así en ninguna parte.
Yo pienso en características físicas principalmente cuando se refiere a mi tipo. Que por cierto, luego de unos 25 años, he llegado a la conclusión de que no tengo un tipo de chica, de libro, de clima y de nada de nada. Pero eso es otro capítulo de esta cuestión.
Ema, así se llamaba esta chica del metro, es su nombre real y no creo le moleste que lo use, pues me ilustró en cuanto a su percepción e interpretación de lo que significa tener “un tipo”, de gusto por alguien.
Me explicó que hay ciertas características que en efecto se tienden a buscar en la otra persona. Pueden ser físicas o de carácter, o de personalidad, o de intelecto, cultura, hábitos, etc. Hay personas que sí son obsesivas en cuerpos, por ejemplo, como el color o largo o consistencia del cabello, el tamaño del busto, forma de las manos y pies, altura, peso, tono de voz, dientes, sonrisa, color de piel.
Otras lo son con el sentido del humor, la sensibilidad y empatía para otros, la tendencia a hablar mucho o ser calladas, a vestir austera o extrovertidamente, tener amistades o ser exclusivas, etc. Algunas son exigentes con el nivel académico, los idiomas hablados, los méritos escolares obtenidos, el gusto en el vestir, comer, beber, hobbies costosos o simples, nivel económico, social y hasta la religión y origen de nacimiento, y cada vez los tipos se vuelven una infinidad de subtipos. Por eso ella en lo particular, me enfatizó que no tenía “un tipo”.
Pero no me iba yo a quedar con la duda, de si me decía la verdad o sólo se estaba haciendo la loca con dar una opinión. Le puse la situación en que si todo fuera ideal, cómo sería la mujer de su elección, y que además cumpliera con las características necesarias que en teoría le asegurarían una compatibilidad y agrado de alto grado.
Se quedó pensando como un minuto, lo cual fue mucho ya que cómo le gustaba platicar y opinar. Al fin se volteó, entre una sonrisita y como sintiéndose en jaque, me confesó: “entonces, así como lo pones, mi tipo sería alguien que fuera como soy yo, física, intelectual y emocionalmente”.
Puchis, ahí si me destanteó y le cuestioné. Cómo era posible eso, si de narcisismo se trata, tenía asegurado un 100. Pero, como sabía que me gustan los detalles, me aclaró su elección.
Me dijo que con ella era con la única persona que había tenido sexo ininterrumpido desde que empezó a masturbarse. Que por ende había concluido después de sus 35 años, que no se aburriría, siempre quedaría satisfecha y no había nadie que la conociera más y mejor que ella misma en ese aspecto.
Había pasado tiempo sola y no temía a la soledad, se entretenía con sólo su propia compañía y se la pasaba bien. Tenía la extraña costumbre de hablarse en alto y verse mucho al espejo. Le gustaba su cuerpo y buscaba mejorarlo con dieta y ejercicio. Era exigente al vestirse y con los perfumes o colonias que aplicaba.
Su aspecto era una muy importante faceta de su vida social. También se consideraba un tipo de líder pues generalmente exponía sus ideas y deseos en grupos y se esforzaba porque fueran aceptados y cumplidos. No le afectaba mucho equivocarse y volver a empezar, una relación, una actividad, una película, una canción, lo que fuera.
Dominaba varios temas al momento de entablar una conversación y le fascinaba hacer chiste de todo. Eso me dijo…
Y de eso fui fiel testigo, era una chica singular con un aire de prepotencia disfrazado con candor. Me entretuvo y mantuvo en un hilo durante toda la conversación. Me hizo reír, meditar, cavilar, volver a reír y hasta sonrojar.
Cuando sentimos estábamos en el centro de Atlanta y nos debíamos separar. Mantuvimos contacto por unos años y luego ya no supe más de ella, pero podría asegurar que ha de estar bien o al menos, como ella al final de cuentas haya decidido estar.